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Anarquía en Disneylandia
Epuisé
Coleccion Mañunga.
Texte original en espagnol (cubain) non traduit.
Dessin de Ramón Alejandro.
Extrait
Pernoctaba en Disneylandia
cierta noche de San Vito
cogiendo mango bajito
y sufriendo mi nostalgia,
cuando, en eso, vi clarito
la injusticia de la Vida
pues Cenicienta querida
conversaba con Miquito;
con voz clara y cantarina
le decía despacito:
“A mí se me importa un pito
lo que diga Hada Madrina,
prefiero dejar letreros
escritos en las letrinas
del Castillo, y en las minas
de los enanos cuatreros
poner bombas pestilentes,
y esconderles los sombreros.
Quisiera volar enteros
a Bush Gardens y a Epcot Center.
Los turistas malolientes
me dan dolor de cabeza.
Me gusta tomar cerveza
y me molesta la gente
que viene a tomarme fotos,
los gringos especialmente,
tan vulgares e indolentes
con sus carros y sus mottos”.
“Podrías ser la dirigente
de una gran insurrección”,
dijo Mickey con pasión,
con algo malo en la mente.
“Ya sabrás seguramente
que el Pato Donald está
con nosotros y que ya
no soporta a su pariente
Rico McPato, el pudiente,
y que sus bravos sobrinos
se han alzado clandestinos
en el Pabellón de Oriente”.
“Tenemos que derrocar”,
continuó la Cenicienta,
“al Príncipe. Si mi cuenta
no está mal va a regresar
mañana de Nueva York
de una gira que fue a dar
a fin de promocionar
muñecos al por mayor”.
“Me dan ganas de cagar”,
respondió Miquito herido,
“esos títeres. Te pido
que me permitas luchar
a tu lado y castigar
a los traidores muñecos:
vamos, que escucho sus ecos
en la Sala de Jugar”.
Así, escondido en los huecos
de la falsa maquinaria
escuché la estrafalaria
confesión entre tarecos
de tramoya, y comprendí
que no era el único triste:
sufre todo lo que existe,
paga por todo el totí.